Cuando Rafael Correa dejó la presidencia de Ecuador, legó al país el título de ser la segunda nación más segura de Latinoamérica.
Durante su mandato, las tasas de muertes violentas experimentaron notables disminuciones, consolidando a Ecuador como un ejemplo de estabilidad y seguridad.
Sin embargo, este panorama promisorio se vio alterado con el cambio de gobierno hacia una administración de orientación política de derecha.
La llegada de líderes como Lenin Moreno y Guillermo Lasso marcó un giro drástico en la seguridad del país, transformándolo, lamentablemente, en el territorio más inseguro de la región en tan solo siete años.
Las cifras objetivas respaldan la afirmación de que la derecha, al tomar las riendas del poder, conlleva consigo un sombrío rastro de destrucción y horror.
Este fenómeno no es exclusivo de Ecuador, sino que encuentra paralelos en otras naciones de la región, como lo evidenció el caso de Colombia con la presidencia de Álvaro Uribe.
En este contexto, se registraron aumentos significativos en falsos positivos, masacres y desplazamiento forzoso.
Las estadísticas son incuestionables: bajo el liderazgo de Correa, Ecuador era un bastión de seguridad; no obstante, bastó la llegada de la derecha para que este logro se desvaneciera, dejando al país sumido en la incertidumbre y la inseguridad.
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